Eres tú quien está leyendo esta frase ahora mismo. Es tu voz la que suena en tu cabeza mientras dudas en si vale la pena seguir leyendo estas palabras que no parecen decir nada. Pero sientes curiosidad por saber si te llevará a alguna parte, a otro lugar en el que no hayas estado nunca o quizá ya no recuerdes. En definitiva, a no perder el tiempo. Levanta la mirada y observa a tu alrededor. No, de verdad, hazlo. Bien, ahora que te has dado cuenta de que has obedecido a unas letras que brillan en tu pantalla ya estás preparad@ para seguir leyendo...

miércoles, 25 de mayo de 2011

Cap. 13: El dinero es lo primero



                Kastriot Novoselic se presentó en la casa de José María sin que nadie lo supiera de antemano. Acompañado por Fanny y un esbirro que se quedó bajo el dintel de la puerta para evitar que algo entrara. O saliera. Fue directamente hasta un sofá en el que se sentó después de comprobar que estaba lo suficientemente limpio. José María y Germán dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se limitaron a guardar la compostura en silencio. No lo lograron. Su cara de pánico ante una visita tan inesperada se reflejaba en sus caras de miedo. José María no sabía muy bien qué es lo que temía de aquel mafioso albano, pero Germán sí que tenía la certeza de saber a qué se enfrentaba. 

                El ‘empresario’ albano se dirigió a ellos mientras encendía un puro haciéndoles saber que había visto su numerito delante del candidato autonómico. Todas las televisiones habían sacado aquel placaje y cómo el candidato había salido huyendo ante tal alboroto. Pidió permiso para fumar su enorme aunque en realidad ya había comenzado a fumar. Y entonces empezó a hablarles. Esta vez, mirándoles a sus temerosas caras.

- No hay nada peor que un político. Con un asesino incluso puedes esperar a que se comporte de acuerdo a su condición, pero nunca sabes qué esperar de un político. Viven en su mundo, ajeno al del resto de los ciudadanos. No viven en la economía de mercado, en el sector privado, ellos se aferran a lo público. Desconocen lo que es tener audacia, ser un emprendedor, tener ideas propias. Son unas rémoras de los fondos públicos y siempre están dispuestos a venderse al mejor postor… Yo tenía un hermano mayor, Vladimir, que se fue a la costa Este persiguiendo el sueño americano. Tenía una empresa de seguridad que vigilaba obras y residencias privadas de los estados de Massachussets, Vermont, New Jersey y New York. Tuvo algunos problemas con la competencia. Lo habitual en un sector tan competitivo con familias italianas, irlandesas, ucranianas y rusas de por medio, pero se abrió paso a base de trabajo y mano dura. Él siempre fue un líder ante sus trabajadores y era el primero en dar ejemplo. El negocio empezó a generar beneficios. Mucho dinero. Y con ello llegaron los contactos con los más altos puestos de la administración. Fue entonces cuando uno de sus aliados políticos le traicionó.

                Pidió algo de beber, y se conformó con un capuccino antes de retomar su relato.

- Un futuro alcalde le prometió que cambiaría una vieja ley que le estaba dando problemas en cuanto llegase al cargo. Vladimir le ayudó en su campaña y el candidato llegó hasta el despacho principal del ayuntamiento. Pero seis meses después el alcalde, que había sido investigado por el FBI, llegó a un acuerdo con éstos y vendió a mi hermano. A cambio de dejar el cargo y no ser acusado por prevaricación y soborno acusó a mi hermano de ser el responsable de la muerte de dos abogados sindicalistas. Viajé a Estados Unidos para reunirme con el gobernador del estado para mediar por él. De perder el juicio podría caerle una pena de muerte por inyección letal. Yo entonces era muy joven y creía haber cerrado un acuerdo con el gobernador cuando regresé a España. En el juicio se le declaró culpable. Pacté que mi hermano recibiría un indulto el día antes de su ejecución para dar más tiempo a que el asunto se enfriara en los medios de comunicación. Pues así me lo habían recomendado. El día de su ejecución me presenté en la cárcel. Mi hermano estaba al corriente del todo. En cualquier momento llamarían de la oficina del gobernador y suspenderían de la ejecución. Pero no llamó nadie. Apretaron las abrazaderas de las manos y los pies de la camilla en la que estaba tumbado mi hermano y procedieron a ponerle una inyección letal. Era evidente que si iba a realizar una llamada del gobernador ésta llegaría demasiado tarde.

                Kastriot tiró la ceniza al suelo y reemprendió la narración.

- El médico de la prisión presionó el émbolo de la jeringa y el veneno pasó al torrente sanguíneo de Vladimir. Algunos familiares de las víctimas expresaron su alegría por el fin de mi hermano. Pero mi hermano permaneció con los ojos abiertos y se negó a aceptar su fin. Pasado un extraordinariamente largo minuto Vladimir seguía allí mirándonos a través del cristal. El médico de la cárcel mostró la jeringa vacía a un policía. Y el policía se encogió de hombros ante la atenta mirada del alcaide que preguntaba qué demonios estaba pasando. Finalmente el alcaide mandó liberar a mi hermano. La ley se había cumplido. Le habían puesto una inyección letal, pero ahí estaba negándose a morir. Vladimir empezó a gritar. ‘Soy inmortal. No podéis acabar conmigo’, les dijo. Los que me rodeaban sintieron verdadero pánico ante él. Y al ponerse de pie, se tambaleó, entornó los ojos y acabó cayendo al suelo. 

                 Hizo un gesto a su esbirro y poco después apareció un matón con un maletín que entró en la vivienda y lo dejó en el sofá junto a su jefe antes de marcharse.

- El médico era un novato, nervioso y chapucero. Apretó tanto las correas que le cortó la circulación a Vladimir, por eso en cuanto se las aflojaron el veneno acabó con él. Ese día juré que no dejaría pasar una ocasión para que los políticos pagaran por lo que le hicieron a mi hermano. Fuera como fuera. Tras ver el numerito que montasteis en el telediario he decidido que os apoyaré en lo de la película. Aquí tenéis 50.000 euros para que acabéis con vuestro proyecto de falso documental rodado con un teléfono. A cambio deberéis firmarme estas facturas con los costes de la producción que suman en total un millón de euros. También este contrato en el que se estipula que yo soy el único productor del filme y que a mí me pertenece el 75 por ciento de todo lo que genere en el futuro. No soy muy optimista y ni siquiera entiendo de cine, pero conviene estar preparado para todo.

                Germán y José María firmaron los papeles sin rechistar y cogieron el dinero cuando Kastriot les recordó la última condición. “También quiero las facturas de los 50.000”, les dijo justo antes de marcharse de la habitación y abandonar el piso. Ambos se miraron con cara de asombro y alivio al ver salir de sus vidas, al menos momentáneamente, al mafioso. Germán cogió los fajos de billetes y dijo: “Nos hemos ganado una buena cena…”.

                Al día siguiente tenían que grabar una escena de un secuestro y tortura. Era un plagio-homenaje a Reservoir dogs. Pero lo más curioso es que sin ellos saberlo una persona había creado una página web en la que había colgado el vídeo del placaje y estampida del candidato autonómico. Se preguntaba quién era ese tipo barbudo que grababa al político y proponía acampar en la plaza del Ayuntamiento para demandar una regeneración de la democracia. Era un 15 de mayo y nada iba a volver a ser igual para ninguno de los tres.

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