Eres tú quien está leyendo esta frase ahora mismo. Es tu voz la que suena en tu cabeza mientras dudas en si vale la pena seguir leyendo estas palabras que no parecen decir nada. Pero sientes curiosidad por saber si te llevará a alguna parte, a otro lugar en el que no hayas estado nunca o quizá ya no recuerdes. En definitiva, a no perder el tiempo. Levanta la mirada y observa a tu alrededor. No, de verdad, hazlo. Bien, ahora que te has dado cuenta de que has obedecido a unas letras que brillan en tu pantalla ya estás preparad@ para seguir leyendo...

martes, 10 de mayo de 2011

Cap. 11: Vivir rodando

           
     Germán había escuchado ese crujido y ese golpe seco muchas veces en el pasado. Había notado ese sabor espeso y viscoso en el la cara y en la parte superior de los labios mucho tiempo atrás. Su piel se había desgarrado al arrastrarse por el suelo en cada actividad física en la que nunca quiso participar, ya fueran deportes, peleas o malintencionados atropellos. Su memoria olfativa tampoco desconocía la sensación de la intensa colonia a granel que se funde con el tóxico aroma de la laca que vuelve locas a muchas mujeres de la tercera edad. Y su visión borrosa le indicaba que sus gafas ya no le unían a la realidad que percibía a pesar de estar 90 grados más inclinado de lo que hubiera deseado. Pero antes de esa penosa situación habían pasado cosas importantes.

     No estaban preparados para ello, pero como nunca lo iban a estar se pusieron manos a la obra. Germán, José María, Fanny y Freddy acudieron al primer día de rodaje con los nervios propios del que probablemente era el debú más esperpéntico en la historia del cine. Germán había añadido a su eterna gabardina arrugada y manchada de café una horrorosa corbata en un intento por parecer más profesional. José María llevaba una bolsa de tela con el atrezzo necesario para que el candidato a la presidencia autonómica se detuviera ante ellos el tiempo justo para grabar unos planos. Fanny llevaba un enorme sombrero, un fular rosa y un vestido de noche rosa con el que hubiera acudido alguna boda, bautizo o comunión de su familia si en alguna ocasión la hubieran invitado. Y finalmente Freddy accedió a llevar pantalón largo, calcetines, zapatos, un auricular de manos libres y unas gafas de pera negra para fingir que era un escolta. Un escolta con tres rastas que esperaban poder eliminar en posproducción…
      
     Los numerosos ancianos, que se agolpaban tras la valla naranja por la que el político debía aparecer hasta inaugurar un nuevo centro de salud que se ponía en marcha mientras los obreros intentaban acabarlo en una fecha simplemente imposible, agitaban vehementemente sus banderitas del Partido Populista que les acababan de regalar mientras miraban con extrañeza a los cuatro extraños individuos que se habían colado entre ellos. Cuando llego el candidato a nadie le importó que su falsa sonrisa y las gotas de sudor de su brillante calva pudieran salpicarles. El candidato andaba haciendo zig-zags para acercarse a las vallas para recibir todo el calor del público que le fuese posible siempre y cuando no tuviera que mantener ningún contacto físico con ellos. Una cámara de televisión con una pegatina cuyo logo decía una cosa pero significaba otra (más concretamente, Propiedad Populista) registraba todos sus movimientos con vistas a los próximos informativos. Cuando llegó hasta donde los cuatro cineastas estos pusieron en marcha su estrafalario plan. 

     José María sacó el muñeco de un bebé y se lo dio a Fanny. Ésta lo alzó en brazos y comenzó a llamar al candidato a gritos y a añadir ¡Este es tu hijo! ¡Este es tu hijo! Freddy agarró por el brazo a Fanny para sacarla de aquel bullicio y una señora mayor que se percató del asunto le pisó un pié. Germán grabó la escena con el Nokia X6 aprovechando que medía como medio metro más que aquellos jubilados. El candidato vio de refilón aquella extraña escena y ni siquiera se detuvo con había previsto erróneamente.
     
     Tras un rápido visionado de las imágenes se dieron cuenta de que aquello no les iba a servir de nada así que corrieron hasta otro punto más cercano del nuevo ambulatorio para hacer un segundo intento. Aquella vez sería diferente. Cruzarían la valla. José María se pondría a cuatro patas para que Fanny pudiera pasar encima y Freddy haría lo mismo. Era ahora o nunca. Llegado el momento repitieron la performance y Fanny pasó la valla sin problemas. Sus delgados tacones se clavaron como agujas en la blanda espalda de José María cuyos gritos de dolor nadie oyó. Freddy pisó su dolorida espalda y a punto estuvo de caerse pero logro mantener el equilibrio. Esta vez el plan sí que logró tener éxito y abordaron al candidato mientras éste miraba para otro lado y conversaba con una mujer con gafas de culo de vaso que le había agarrado del brazo. Fanny dijo sus frases y el político no supo que contestar más allá de un lacónico “¿Pero qué me está diciendo señora?”. Freddy, con su pinta de camarero de hostal de carretera jamaicana, intervino para llevarse a Fanny de un brazo mientras ella improvisaba frases como: “¿Es que no fue bonito lo nuestro?” o “¡Al menos llámame un día de estos!”.
     
     Aprovechando el desconcierto Germán atravesó la valla y empezó a grabar aquel abordaje. En un momento de inspiración artística comenzó a enfocar la escena desde detrás del cámara profesional para ir acercándose cada vez más a los protagonistas de aquel improvisado sainete hasta que sufrió un placaje. Un escolta del candidato se lanzó a por él temiendo que aquel extraño barbudo fuera a activar una bomba por control remoto. Sabía, por un curso on line que había realizado seis meses atrás, que los teléfonos móviles se pueden emplear como detonadores. Y el terrorista más peligroso del mundo, Bin Laden, había sido acribillado por navy seals americanos unos días antes demostrando que el Nobel de la Paz de Obama había sido un galardón más que merecido. Para muchos norteamericanos, claro. Así que descargó toda la furia que contenían sus dos metros de altura y 125 kilos de peso sobre un, presunto, activista de Al Qaeda que planeaba con su acción asesinar a un líder europeo.

     Al menos, eso es lo que pensó.
        
     Mientras el candidato populista y su cohorte corrían hacia el interior del centro de salud Germán sintió como la presión que aplastaba sus costillas le impedía respirar. Sabía que sus gafas se habían roto y que aquello se iba a poner peor. El escolta quiso abrir un perímetro de seguridad y no se le ocurrió otra cosa que realizar dos disparos al aire. La gente empezó a correr despavorida en cualquier dirección que les alejara de aquella arma. José María no pudo evitar llorar como un niño que se ha caído de un columpio cuando una decena de mayores le paso por encima pisoteándole las manos y su magullada espalda. Fanny y Freddy lograron huir entre la marabunta humana. Y a Germán se lo llevaron en un Ford Mondeo azul marino con un destino desconocido.

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