Eres tú quien está leyendo esta frase ahora mismo. Es tu voz la que suena en tu cabeza mientras dudas en si vale la pena seguir leyendo estas palabras que no parecen decir nada. Pero sientes curiosidad por saber si te llevará a alguna parte, a otro lugar en el que no hayas estado nunca o quizá ya no recuerdes. En definitiva, a no perder el tiempo. Levanta la mirada y observa a tu alrededor. No, de verdad, hazlo. Bien, ahora que te has dado cuenta de que has obedecido a unas letras que brillan en tu pantalla ya estás preparad@ para seguir leyendo...

martes, 28 de junio de 2011

Cap.15: El fan nuestro de cada día


                Se deslizaron cuando la puerta corrediza se cerraba. Justo a tiempo para que ésta no les atrapara como un cepo para ratas. Dentro del ascensor había un único pasajero que dejó de aflojarse la corbata y secarse el sudor cuando vio a sus dos repentinos acompañantes de viaje. Había sido un duro día de trabajo para el candidato autonómico del Partido de los socios Listos. Y eso era mucho decir para alguien que no recordaba la última vez que había perdonado una comida de mesa y mantel acompañada de siesta para tener que conformarse con un insípido bocadillo frío. Los dos extraños se quedaron mirándole a la cara en silencio mientras uno de ellos sacó un móvil del bolsillo y comenzó a grabar. El otro empezó a hacer preguntas.
                El político se puso a la defensiva. ‘¿De qué medio eres?’ Les preguntó. ‘No se preocupe, somos prensa independiente’ contestó el más alto de una forma nada tranquilizadora. El más bajo siguió haciendo las preguntas que llevaba apuntadas en una arrugada hoja de libreta. Eran cuestiones sobre las contradicciones del programa electoral del candidato a presidente autonómico. Pero no obtuvo respuesta alguna.
                Solo eran cuatro pisos lo que le separaban de la planta baja de la sede central del Partido de los Socios Listos pero el candidato ya estaba frenético antes de que se abrieran las puertas. Salió disparado en busca del guarda de seguridad pero éste había salido a por la cena. Se alegró al encontrar a cuatro voluntarios que todavía se afanaban por preparar algunas pancartas y material propagandístico para el día siguiente. El candidato corrió hacia ellos y señaló con el dedo al tipo alto y al gordito bajito que seguían grabándole desde cierta distancia. Los voluntarios se interpusieron entre el político y los extraños y les invitaron a marcharse anunciándoles que habían llamado a la policía. ‘¿Es ésa la imagen que quiere dar? ¿La de un político que expulsa de su sede a los ciudadanos que le hacen preguntas?’ dijo el barbudo y alto desconocido que no dejaba de grabar.
                Un voluntario-meritorio le cogió por el brazo y le llevó hasta la calle. ‘Este es un local privado, pero la calle es de todos’, le dijo al soltarle junto a una parada de taxis. El candidato pidió uno pero que llegara a la parte trasera del edificio. Los dos extraños personajes se quedaron fuera en silencio grabando un par de minutos más antes de marcharse.
                A la película le faltaban un par de escenas más que se grabaron la noche de las elecciones. Como epílogo había una escena de varios bancos que grabaron con el móvil oculto en un bolso tras pasar por varias sucursales en las que pidieron créditos sin avales. La escena final de los empresarios corruptos la grabaron delante del balcón del ayuntamiento y la interpretaron tres amigos de Freddy que hacían monólogos en el circuito de café teatro.
                …
La plaza principal de la ciudad vio florecer esa primavera diversas tiendas de campaña que ocuparon la zona central. Los ‘indignados’ por la crisis financiera y la corrupción política empezaron a consolidarse como una crítica social masiva, horizontal y de abajo hacia arriba. En el sentido contrario al que un gobernante le agrada que sucedan las cosas. En un puesto improvisado se vendían camisetas con eslóganes que llamaban a la protesta ciudadana. Una de las camisetas tenía la foto de Germán espachurrado en el suelo bajo el peso de un fornido escolta. Arriba se podía leer: Cambiemos de postura.
En su primer día a la venta se vendieron, o se apuntaron a una lista de espera, casi 300 unidades.

miércoles, 1 de junio de 2011

Cap. 14: Duro de oído



     Ese domingo de mediados de mayo no se hubiese levantado de la cama por nada del mundo en una semana. La resaca era brutal. Tan fuertemente le martilleaba la cabeza que recurrió al único método que podía contenerla: Seguir bebiendo. Tras la escalofriante visita de Kastriot del día anterior habían decidido que ya que era sábado, y disponían de efectivo, saldrían a celebrarlo por todo lo alto. A la fiesta se les unió Freddy, unos amigos Erasmus de éste de diferentes nacionalidades ávidos por ingerir cualquier sustancia alucinógena regada en alcohol y Fanny quien tras una llamada apareció para explicar que se había visto obligada a llevar al mafioso hasta la casa de José María. Luego desapareció con los amigos de Freddy con los que negoció un precio con descuento para estudiantes.

     El caso es que Germán se levantó de mala gana a la hora de comer pues habían quedado para grabar una escena homenaje de Reservoir Dogs en la que Michael Madsen (el señor rubio) tortura a un policía tras un atraco. Fueron hasta una vieja calle del distrito marítimo en el que los niños jugaban en la calzada mientras los coches esperaban a que les dejasen pasar. Era una calle corriente dentro de un barrio deprimido que en el pasado fue el colorido hogar de los pescadores. En la actualidad sus calles se habían deteriorado y la actividad económica principal era artesanía manufacturada al por menor. La mezcla y distribución de papelinas era la fuente de ingresos de los vecinos más prósperos y la policía evitaba intervenir para no dañar el ecosistema ya que a los políticos locales no les interesaba mover a esa subespecie por miedo a que ocupara otras zonas de la ciudad. Era como esconder la suciedad bajo la alfombra, funciona a corto plazo, pero no es una solución.

     En una esquina de la callejuela encontraron una casa abandonada de dos alturas a la que se le había caído una pared. Freddy conocía la dirección por una sesión de fotos del barrio que había hecho unos meses atrás. La planta baja daba la impresión de ser un almacén por lo que era perfecta para su propósito. Ante la falta de actores para su escena convencieron a dos yonkis para que la interpretaran a cambio de una litrona de cerveza y 10 euros. Tuvieron que convencer a José María para que les dejase una americana, una camisa y una corbata que había llevado como vestuario. Le convencieron cuando vio que nadie, incluido él mismo, quería hacer la escena ni buscar a nadie más. La resaca colectiva no estaba para bromas. Como la ropa le venía pequeña se ajustó las mangas en los codos al estilo ‘Miami Vice’ y su aspecto resultaba aún más pintoresco. No es que se pareciera a Don Johnson después de una mala racha, era más bien el teniente Castillo después de la peor de sus rachas. Las marcas de viruela de la cara daban esa sensación. 
    
    Cuando estuvieron preparados y los yonkis pudieron calmar parte de sus movimientos espasmódicos, se pusieron a rodar. Desde el principio quedó claro que o bien doblaban la conversación o le podrían subtítulo pues ninguno de los dos actores-por-un-día era capaz de recordar lo que tenían que decir. Mientras el yonki-policía secreto interrogaba (más bien torturaba) al yonki-atado a una silla, Germán se preguntaba cuánto tardaría en llegar a casa para tomar algo. Luego llegó el turno del homenaje tarantinesco. El yonki-policía de dio al botón de play de una radio CD y comenzó a sonar una canción de Rocío Jurado en la que la folclórica anunciaba que se le había roto el amor por usarlo descontroladamente. El yonki-poli debía acercar un cutter a la oreja de su compañero de escena, sentarse sobre sus piernas y fingir que le rebanaba la oreja. Pero solo hizo correctamente dos de las tres acciones que debía interpretar. Sus problemas para mantener el pulso y un excesivo celo por parecer realista le llevó a clavar el cutter entre la cabeza y el oído de su amigo que comenzó a chillar histérico mientras su sangre brotaba con la furia de un aspersor. El negruzco torrente sanguíneo salpicó la cara de Freddy que del susto dejó caer el móvil con el que grababa la escena. El yonki torturado no podía soltarse de la silla ya que le habían atado a conciencia para que no se cayera. Nadie se atrevía a moverse por miedo a ser bañado por la sangre del pobre diablo que daba saltos (silla incluida) tratando de liberarse. Germán recogió el teléfono y siguió grabando pensando que si bien el mal ya estaba hecho no estaba de más perder unas imágenes tan impactantes. El yonki-poli finalmente se atrevió a socorrer a su colega y cortó las cuerdas con un segundo cutter mientras su compañero daba vueltas tumbado en el suelo. 

     El yonki se calmó un instante y cogió el cutter que llevaba en su oreja. Con la mano libre estiró ligeramente de su lóbulo al borde de desmayarse de dolor. Tiró del cutter hacia delante pero en un ángulo equivocado que acabó por cercenarle medio oído. Entonces fue cuando perdió el sentido definitivamente. Germán le dio otros diez pavos al yonki matarife para que fueran al hospital más cercano y salió de allí corriendo como ya habían hecho sus compañeros cineastas.

     En otro punto de la ciudad, en una céntrica plaza triangular, el autor de la web en la que había colgado un vídeo con el placaje del escolta a Germán se preparaba para acampar junto a unos amigos. El movimiento reivindicativo 15-M daba sus primeros pasos.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Cap. 13: El dinero es lo primero



                Kastriot Novoselic se presentó en la casa de José María sin que nadie lo supiera de antemano. Acompañado por Fanny y un esbirro que se quedó bajo el dintel de la puerta para evitar que algo entrara. O saliera. Fue directamente hasta un sofá en el que se sentó después de comprobar que estaba lo suficientemente limpio. José María y Germán dejaron de hacer lo que estaban haciendo y se limitaron a guardar la compostura en silencio. No lo lograron. Su cara de pánico ante una visita tan inesperada se reflejaba en sus caras de miedo. José María no sabía muy bien qué es lo que temía de aquel mafioso albano, pero Germán sí que tenía la certeza de saber a qué se enfrentaba. 

                El ‘empresario’ albano se dirigió a ellos mientras encendía un puro haciéndoles saber que había visto su numerito delante del candidato autonómico. Todas las televisiones habían sacado aquel placaje y cómo el candidato había salido huyendo ante tal alboroto. Pidió permiso para fumar su enorme aunque en realidad ya había comenzado a fumar. Y entonces empezó a hablarles. Esta vez, mirándoles a sus temerosas caras.

- No hay nada peor que un político. Con un asesino incluso puedes esperar a que se comporte de acuerdo a su condición, pero nunca sabes qué esperar de un político. Viven en su mundo, ajeno al del resto de los ciudadanos. No viven en la economía de mercado, en el sector privado, ellos se aferran a lo público. Desconocen lo que es tener audacia, ser un emprendedor, tener ideas propias. Son unas rémoras de los fondos públicos y siempre están dispuestos a venderse al mejor postor… Yo tenía un hermano mayor, Vladimir, que se fue a la costa Este persiguiendo el sueño americano. Tenía una empresa de seguridad que vigilaba obras y residencias privadas de los estados de Massachussets, Vermont, New Jersey y New York. Tuvo algunos problemas con la competencia. Lo habitual en un sector tan competitivo con familias italianas, irlandesas, ucranianas y rusas de por medio, pero se abrió paso a base de trabajo y mano dura. Él siempre fue un líder ante sus trabajadores y era el primero en dar ejemplo. El negocio empezó a generar beneficios. Mucho dinero. Y con ello llegaron los contactos con los más altos puestos de la administración. Fue entonces cuando uno de sus aliados políticos le traicionó.

                Pidió algo de beber, y se conformó con un capuccino antes de retomar su relato.

- Un futuro alcalde le prometió que cambiaría una vieja ley que le estaba dando problemas en cuanto llegase al cargo. Vladimir le ayudó en su campaña y el candidato llegó hasta el despacho principal del ayuntamiento. Pero seis meses después el alcalde, que había sido investigado por el FBI, llegó a un acuerdo con éstos y vendió a mi hermano. A cambio de dejar el cargo y no ser acusado por prevaricación y soborno acusó a mi hermano de ser el responsable de la muerte de dos abogados sindicalistas. Viajé a Estados Unidos para reunirme con el gobernador del estado para mediar por él. De perder el juicio podría caerle una pena de muerte por inyección letal. Yo entonces era muy joven y creía haber cerrado un acuerdo con el gobernador cuando regresé a España. En el juicio se le declaró culpable. Pacté que mi hermano recibiría un indulto el día antes de su ejecución para dar más tiempo a que el asunto se enfriara en los medios de comunicación. Pues así me lo habían recomendado. El día de su ejecución me presenté en la cárcel. Mi hermano estaba al corriente del todo. En cualquier momento llamarían de la oficina del gobernador y suspenderían de la ejecución. Pero no llamó nadie. Apretaron las abrazaderas de las manos y los pies de la camilla en la que estaba tumbado mi hermano y procedieron a ponerle una inyección letal. Era evidente que si iba a realizar una llamada del gobernador ésta llegaría demasiado tarde.

                Kastriot tiró la ceniza al suelo y reemprendió la narración.

- El médico de la prisión presionó el émbolo de la jeringa y el veneno pasó al torrente sanguíneo de Vladimir. Algunos familiares de las víctimas expresaron su alegría por el fin de mi hermano. Pero mi hermano permaneció con los ojos abiertos y se negó a aceptar su fin. Pasado un extraordinariamente largo minuto Vladimir seguía allí mirándonos a través del cristal. El médico de la cárcel mostró la jeringa vacía a un policía. Y el policía se encogió de hombros ante la atenta mirada del alcaide que preguntaba qué demonios estaba pasando. Finalmente el alcaide mandó liberar a mi hermano. La ley se había cumplido. Le habían puesto una inyección letal, pero ahí estaba negándose a morir. Vladimir empezó a gritar. ‘Soy inmortal. No podéis acabar conmigo’, les dijo. Los que me rodeaban sintieron verdadero pánico ante él. Y al ponerse de pie, se tambaleó, entornó los ojos y acabó cayendo al suelo. 

                 Hizo un gesto a su esbirro y poco después apareció un matón con un maletín que entró en la vivienda y lo dejó en el sofá junto a su jefe antes de marcharse.

- El médico era un novato, nervioso y chapucero. Apretó tanto las correas que le cortó la circulación a Vladimir, por eso en cuanto se las aflojaron el veneno acabó con él. Ese día juré que no dejaría pasar una ocasión para que los políticos pagaran por lo que le hicieron a mi hermano. Fuera como fuera. Tras ver el numerito que montasteis en el telediario he decidido que os apoyaré en lo de la película. Aquí tenéis 50.000 euros para que acabéis con vuestro proyecto de falso documental rodado con un teléfono. A cambio deberéis firmarme estas facturas con los costes de la producción que suman en total un millón de euros. También este contrato en el que se estipula que yo soy el único productor del filme y que a mí me pertenece el 75 por ciento de todo lo que genere en el futuro. No soy muy optimista y ni siquiera entiendo de cine, pero conviene estar preparado para todo.

                Germán y José María firmaron los papeles sin rechistar y cogieron el dinero cuando Kastriot les recordó la última condición. “También quiero las facturas de los 50.000”, les dijo justo antes de marcharse de la habitación y abandonar el piso. Ambos se miraron con cara de asombro y alivio al ver salir de sus vidas, al menos momentáneamente, al mafioso. Germán cogió los fajos de billetes y dijo: “Nos hemos ganado una buena cena…”.

                Al día siguiente tenían que grabar una escena de un secuestro y tortura. Era un plagio-homenaje a Reservoir dogs. Pero lo más curioso es que sin ellos saberlo una persona había creado una página web en la que había colgado el vídeo del placaje y estampida del candidato autonómico. Se preguntaba quién era ese tipo barbudo que grababa al político y proponía acampar en la plaza del Ayuntamiento para demandar una regeneración de la democracia. Era un 15 de mayo y nada iba a volver a ser igual para ninguno de los tres.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Cap. 12: El secreto de su flor



   Al día siguiente un abogado y su ayudante se presentaron en su casa. Le expuso la conveniencia de que el incidente del placaje del escolta no fuera más allá de una simple anécdota. Germán no prestó mucha atención al largo y monótono discurso que le estaba soltando aquel abogado vestido con un impoluto traje de Versace que escondía su anodino rostro tras unas gruesas lentes montadas en una estructura de titanio en la que resultaba evidente que se habían esforzado para que se pudiera leer Gucci a la altura de ambas patillas.

     El hecho de que el inquilino de la vivienda estuviera abotargado por la ingestión de alcohol barato mezclado con una ración de compuestos químicos automedicados no ayudaba mucho a la hora de prestar atención. Ni siquiera se preguntó cómo demonios habían dado con la dirección de su casa. 

     Cuando el letrado acabó con su perorata miró a su joven lacayo quien presto abrió un maletín y sacó unos papeles y un bolígrafo que colocó orientados hacia Germán. En el documento se describía un acuerdo de confidencialidad por el que el firmante se comprometía a no hablar más del asunto del escota del candidato a presidente autonómico por ningún medio de comunicación habido o por haber. A cambio el representante del candidato no le denunciaría por saltarse un perímetro de seguridad en un acto de campaña electoral y además, en su bendita generosidad, le financiarían la compra de unas nuevas gafas. El lacayo deslizó una tarjeta de visita con el nombre y dirección de una óptica del centro en la que debía acudir a recoger sus nuevas gafas. Incluso en su comatoso estado Germán comprendió lo de las gafas nuevas y gratis, así que firmó allí donde le pusieron la mano. Un largo historial de costosas gafas rotas por todos los motivos imaginables le había enseñado que no se puede despreciar a la ligera una oferta como aquella.

     Cuando las ondas alfas de sus escasas neuronas y su capacidad de habla recuperaron cierta capacidad de uso llamó a José María para acordar el plan de rodaje del día siguiente. Tenían que grabar una escena erótica para la cual habían decidido utilizar una cámara oculta. No tenían un actor que interpretara el papel de político adicto al sexo de pago. Así que, a sugerencia de Fanny, grabarían a uno de sus clientes que acudía al hotel que se encontraba enfrente del recinto ferial. El hotel contaba con una vieja tradición de punto de encuentro entre prostitutas y aquellos señores que acudían a certámenes y congresos en la feria. Para su filme solo necesitaban alguien trajeado dispuesto a realizar prácticas sadomasoquistas lo más salvajes posible. Fanny llevaría su maleta con el kit completo de disfraces de cuero y artilugios eróticos. José María, que se negó a encerrarse en el armario para grabar, preparó una caja de zapatos en la que insertar el móvil y que éste quedara fijo y dispuesto para registrar la faena a través de una rendija. Le explicó a Fanny como encender y apagar el modo vídeo del Nokia X6 y todos esperaron que de aquella operación de cutre-espionaje saliera algo de metraje aceptable.

     A la mañana siguiente Germán bajó del tranvía aliviado por no haberse encontrado a ningún interventor. Buscó la habitación 23 y llamó a la puerta. Ésta se abrió solo unos centímetros y Fanny, con un ojo derecho que empezaba a amoratarse le dijo que le esperara en la recepción del hotel. Poco después vio bajar a un hombre de cuarenta y tantos que se ajustaba la corbata mientras caminaba hacia la salida, a paso ligero, y sin mantener contacto visual con nadie que se cruzara en su camino. Poco después pareció Fanny y antes de que Germán le pudiera hablar le contestó que “No es para tanto. A algunos les gusta contratar el especial de la casa en el que pueden sacar la mano a pasear”. Germán sintió un escalofrío que le recorrió toda la espalda al vislumbrar el tipo de vida con el que tenía que lidiar Fanny. También recordó instintivamente al cabrón de Kastriot y de pronto no pudo pensar en otra cosa que no fuera que necesitaba una (o varias) cerveza(s).

     Más tarde llegó a la tienda de juegos de rol de José María y allí se encontró con Freddy que aún seguía de mal humor por los pisotones que se llevó tras la avalancha humana. Germán fingió interesarse por las quejas del erasmus escocés y luego se fue a casa de éste para visionar el material grabado la noche anterior. Freddy se lamentó de la escasez de recursos al disponer solo de un plano fijo. No había mucho donde elegir y además los dos improvisados actores no hacían más que entrar y salir del plano continuamente. “Piensa en que esto es hiperrealista. Es un documental de ficción, como Gran Hermano de Orwell, pero con contenido”, le comentó Germán justo en el instante que vieron claramente cómo se producía  una felación de lo más explícita. “Creo que es demasiado evidente como para incluirla en el filme”, señaló Freddy. “Tonterías. Esto es justamente lo que necesitamos para que se hable de la película. Queremos que sea una obra de culto”, respondió Germán. 

     La escena pornográfica se veía con toda claridad pese a la deficiente luz y a la distancia de sus protagonistas. Pero no había ninguna duda de que aquel cuarentón trajeado se la estaba chupando a un bien dotado travestí vestido de Cat Woman.       

martes, 10 de mayo de 2011

Cap. 11: Vivir rodando

           
     Germán había escuchado ese crujido y ese golpe seco muchas veces en el pasado. Había notado ese sabor espeso y viscoso en el la cara y en la parte superior de los labios mucho tiempo atrás. Su piel se había desgarrado al arrastrarse por el suelo en cada actividad física en la que nunca quiso participar, ya fueran deportes, peleas o malintencionados atropellos. Su memoria olfativa tampoco desconocía la sensación de la intensa colonia a granel que se funde con el tóxico aroma de la laca que vuelve locas a muchas mujeres de la tercera edad. Y su visión borrosa le indicaba que sus gafas ya no le unían a la realidad que percibía a pesar de estar 90 grados más inclinado de lo que hubiera deseado. Pero antes de esa penosa situación habían pasado cosas importantes.

     No estaban preparados para ello, pero como nunca lo iban a estar se pusieron manos a la obra. Germán, José María, Fanny y Freddy acudieron al primer día de rodaje con los nervios propios del que probablemente era el debú más esperpéntico en la historia del cine. Germán había añadido a su eterna gabardina arrugada y manchada de café una horrorosa corbata en un intento por parecer más profesional. José María llevaba una bolsa de tela con el atrezzo necesario para que el candidato a la presidencia autonómica se detuviera ante ellos el tiempo justo para grabar unos planos. Fanny llevaba un enorme sombrero, un fular rosa y un vestido de noche rosa con el que hubiera acudido alguna boda, bautizo o comunión de su familia si en alguna ocasión la hubieran invitado. Y finalmente Freddy accedió a llevar pantalón largo, calcetines, zapatos, un auricular de manos libres y unas gafas de pera negra para fingir que era un escolta. Un escolta con tres rastas que esperaban poder eliminar en posproducción…
      
     Los numerosos ancianos, que se agolpaban tras la valla naranja por la que el político debía aparecer hasta inaugurar un nuevo centro de salud que se ponía en marcha mientras los obreros intentaban acabarlo en una fecha simplemente imposible, agitaban vehementemente sus banderitas del Partido Populista que les acababan de regalar mientras miraban con extrañeza a los cuatro extraños individuos que se habían colado entre ellos. Cuando llego el candidato a nadie le importó que su falsa sonrisa y las gotas de sudor de su brillante calva pudieran salpicarles. El candidato andaba haciendo zig-zags para acercarse a las vallas para recibir todo el calor del público que le fuese posible siempre y cuando no tuviera que mantener ningún contacto físico con ellos. Una cámara de televisión con una pegatina cuyo logo decía una cosa pero significaba otra (más concretamente, Propiedad Populista) registraba todos sus movimientos con vistas a los próximos informativos. Cuando llegó hasta donde los cuatro cineastas estos pusieron en marcha su estrafalario plan. 

     José María sacó el muñeco de un bebé y se lo dio a Fanny. Ésta lo alzó en brazos y comenzó a llamar al candidato a gritos y a añadir ¡Este es tu hijo! ¡Este es tu hijo! Freddy agarró por el brazo a Fanny para sacarla de aquel bullicio y una señora mayor que se percató del asunto le pisó un pié. Germán grabó la escena con el Nokia X6 aprovechando que medía como medio metro más que aquellos jubilados. El candidato vio de refilón aquella extraña escena y ni siquiera se detuvo con había previsto erróneamente.
     
     Tras un rápido visionado de las imágenes se dieron cuenta de que aquello no les iba a servir de nada así que corrieron hasta otro punto más cercano del nuevo ambulatorio para hacer un segundo intento. Aquella vez sería diferente. Cruzarían la valla. José María se pondría a cuatro patas para que Fanny pudiera pasar encima y Freddy haría lo mismo. Era ahora o nunca. Llegado el momento repitieron la performance y Fanny pasó la valla sin problemas. Sus delgados tacones se clavaron como agujas en la blanda espalda de José María cuyos gritos de dolor nadie oyó. Freddy pisó su dolorida espalda y a punto estuvo de caerse pero logro mantener el equilibrio. Esta vez el plan sí que logró tener éxito y abordaron al candidato mientras éste miraba para otro lado y conversaba con una mujer con gafas de culo de vaso que le había agarrado del brazo. Fanny dijo sus frases y el político no supo que contestar más allá de un lacónico “¿Pero qué me está diciendo señora?”. Freddy, con su pinta de camarero de hostal de carretera jamaicana, intervino para llevarse a Fanny de un brazo mientras ella improvisaba frases como: “¿Es que no fue bonito lo nuestro?” o “¡Al menos llámame un día de estos!”.
     
     Aprovechando el desconcierto Germán atravesó la valla y empezó a grabar aquel abordaje. En un momento de inspiración artística comenzó a enfocar la escena desde detrás del cámara profesional para ir acercándose cada vez más a los protagonistas de aquel improvisado sainete hasta que sufrió un placaje. Un escolta del candidato se lanzó a por él temiendo que aquel extraño barbudo fuera a activar una bomba por control remoto. Sabía, por un curso on line que había realizado seis meses atrás, que los teléfonos móviles se pueden emplear como detonadores. Y el terrorista más peligroso del mundo, Bin Laden, había sido acribillado por navy seals americanos unos días antes demostrando que el Nobel de la Paz de Obama había sido un galardón más que merecido. Para muchos norteamericanos, claro. Así que descargó toda la furia que contenían sus dos metros de altura y 125 kilos de peso sobre un, presunto, activista de Al Qaeda que planeaba con su acción asesinar a un líder europeo.

     Al menos, eso es lo que pensó.
        
     Mientras el candidato populista y su cohorte corrían hacia el interior del centro de salud Germán sintió como la presión que aplastaba sus costillas le impedía respirar. Sabía que sus gafas se habían roto y que aquello se iba a poner peor. El escolta quiso abrir un perímetro de seguridad y no se le ocurrió otra cosa que realizar dos disparos al aire. La gente empezó a correr despavorida en cualquier dirección que les alejara de aquella arma. José María no pudo evitar llorar como un niño que se ha caído de un columpio cuando una decena de mayores le paso por encima pisoteándole las manos y su magullada espalda. Fanny y Freddy lograron huir entre la marabunta humana. Y a Germán se lo llevaron en un Ford Mondeo azul marino con un destino desconocido.

martes, 3 de mayo de 2011

Cap. 10: De hombres y ratones (de laboratorio)


     Kastriot Novoselic no lo sabría hasta un mes después. 


    En los últimos tiempos había sufrido problemas de impotencia que se estaban agravando. Su disfunción eréctil podría cambiar ennegrecer el humor de cualquiera, pero ese no era el caso ya que su personalidad de psicópata sin escrúpulos era más negra que el carbón más oscuro que se pueda imaginar. Aquella felación no era más que una demostración de poder. Someter a una humillación a ese don nadie tenía un efecto terapéutico que le hacía soportar  mejor sus problemas de impotencia. Le hacía olvidar que le acomplejaba ya que temía que sus matones se burlarán a sus espaldas o que se fueran de la boca. Así que aquel pretexto de ‘la mamada de  confianza’ era solo un número dedicado a evitar rumores entre sus matones, algo a lo que dedicaba la mayor parte del tiempo debido a un rasgo egocéntrico de su malsana personalidad. 


     Un mes después su médico personal, tras realizar numerosas y caras pruebas, determinó que su problema se debía a su consumo de pipas. Había comido cantidades ingentes de pipas de girasol durante años lo que le había causado una intoxicación por exceso de vitamina B6. Pero aquello fue algo que Germán nunca supo y que no le importó lo más mínimo durante su traumática violación oral. 


     Kastriot se volvió a subir los calzoncillos de Dolce & Gabbana cinco minutos después y salió de la habitación sin decir nada. El matón que lo presenció todo, impasible, desde una esquina de la habitación hizo un ge o para que él y Fanny le siguieran hasta la salida trasera del lujoso chalé. Era una me ida habitual para que en caso de que la policía estuviera vigilando no supiera cuánto tiempo habían permanecido los visitantes en su residencia. Germán estaba confuso y estado de shock. Mientras caminaba de regreso a la parada del bus metropolitano sonó su teléfono y se lo pasó directamente a Fanny sin decir nada. Tras una breve y nerviosa conversación José María les informó que Freddy se apuntaba al proyecto como editor de la película. Cuando le preguntó qué tal le había ido a ellos con el productor Fanny le respondió que no tenía una respuesta concreta pero que aparentemente, mal. 


- No creo que nos dé ni un céntimo, -dijo Fanny.

- ¿Cómo lo sabes? –preguntó Germán rompiendo un largo periodo de silencio.

- Sencillamente, porque no le he oído decir cuándo, ni dónde, nos lo iba a dar… -contestó sinceramente pero consciente de que no era un comentario que sirviese de gran ayuda en aquel momento-. No pongas esa cara bonico, si lo hicieras tantas veces como yo no te importaría lo más mínimo...
- Sí, pero a ti te gusta. ¡Ese cabrón me ha metido su polla en mi boca!
- ¡Bienvendo al otro lado!


     Y Germán se sumió en sus propios pensamientos. Unos pensamientos homicidas cómo nunca antes había tenido.


     En un lujo y céntrico hotel de la ciudad, el alcalde, el vicepresidente autonómico y quien había pagado la suite hablaban distendidamente del proyecto Eugénesis. Los políticos aseguraban a su interlocutor que las estadísticas mostraban una segura reedición de su mayoría absoluta en las próximas elecciones. Lo que significaba que tendrían carta blanca para hacer lo que quisieran sin dar explicaciones a nadie, al menos durante los siguientes cuatro años. El proyecto Eugénesis estaba diseñado para lograr resultados a medio y largo plazo, pero debía iniciarse cuanto antes. El acuerdo entre la más importante empresa farmacéutica y aquellos políticos cleptómanos del dinero y los cargos públicos se basaba en que el primero financiaría la campaña electoral y los bolsillos de los segundos y éstos allanarían el camino para que los primeros no encontraran problemas urbanísticos, legales y de ayudas a la I+D+i mientras ponían en marcha su proyecto. Ambas partes no encontraban ninguna traba moral a su acuerdo ya que se habían convencido de que el proyecto iba a ser bueno para la sociedad, para el bien común. ¿Qué importaba que ellos sacarán tajada de todo ello? Nada. La historia les reconocería como unos pioneros-visionarios que concibieron un ser humano mejor y más evolucionado. 


     La cleptocracia es así, un robo visto desde fuera y una excelente oportunidad para coger aquello que la vida pone a tu alcance, desde dentro del chanchullo.

     Al final del día Germán vio una película en casa y pensó que mañana iba a empezar el rodaje de su película. No estaba de humor pero había una inauguración a la que acudiría el actual presidente autonómico, era uno más de los tres o cuatro actos diarios que se realizaban de cara aumentar la popularidad del candidato a la reelección, pero iba a ser la primera escena de su plan para no vivir en la calle.

lunes, 25 de abril de 2011

Cap. 9: Un mal sabor de boca


     Fanny subió la persiana de la tienda de juegos de rol con una facilidad que asombró a José María. A él le costaba varios saltos hacerla subir del todo hasta quedarse enrollada en la parte superior pero a ella le bastó con ponerse de puntillas. Ya dentro, José María imprimió una copia del guión escrito por Germán y se lo dio a Fanny. Y ésta esperó tomando un café de máquina hasta que llegó Germán para irse a hacer una visita al empresario albanés y potencial productor de la película.
      
     José María disfrutó de la tranquilidad de quedarse solo en su tienda y esperó a que el tal Harry apareciese para ofrecerle ser el montador de la película. Su experiencia como cortometrajista les sería de gran utilidad.  A las dos horas llegó el tal Harry con sus perros (en esta ocasión eran los habituales: dos perdigueros y un viejo pastor alemán que se pasaba el día lloriqueando. Pero había una novedad: un cocker spaniel inglés marrón de una apariencia tan lustrosa que rompía la armonía estética del perroflauta escocés y su troupe. Tras una breve charla José María descubrió que el tal Harry se llamaba en realidad Freddy Newendyke. Al menos sí que era escocés pero la gente empezó a llamarle Harry por sus gafas redondas, estilo John Lennon, y a él no le importó lo más mínimo. También era cierto que había rodado un par de cortos, aunque para ser exactos, se trataba de video-arte. Una disciplina en la que entender algo es tan complicado como explicar a un gorila, con el lenguaje marino de banderas, en qué consiste la mecánica cuántica. Pero bastaba. Tenía un programa de edición y realizaría un montaje mientras hubiera un tetrabrick de vino aderezado con cocacola a mano.  
    
     Por su parte, Germán y Fanny llegaron a una urbanización después de un largo paseo desde el autobús metropolitano que les dejó fuera de la ciudad. En la puerta de un lujoso chalé encontraron una cabina de cristal que no permitía ver en su interior. Fanny le dijo a Germán que aquello era como un aeropuerto americano: Había que esperar a ser cacheado. De la cabina surgió un gigantón polaco vestido totalmente de negro cuyos extraordinarios bíceps eran inversamente proporcionales al tamaño de sus gónadas. Anabolizantes y esteroides aparte, su misión era no dejar entrar (o salir) a nadie sin la autorización del dueño del chalé. Germán no pudo comprobar si Fanny era ya toda una mujer ya que pasaron de uno en uno por la cabina y él fue la primera víctima del metódico cacheo. El matón no se andó con remilgos y tras equiparse con unos guantes de látex y una linterna pegada a una cinta para el pelo escudriñó los rincones más oscuros de la anatomía de Germán. Éste pensó que haberse duchado ésa misma mañana simplificaría el trámite, pero no fue así.
      
     También hubiese deseado no haber llevado encima un par de porros de marihuana que detectó un nervioso pit bull que se fue directo a morder sus nalgas. Una vez pudo quitárselo de encima, y comprobado que le había agujereado los pantalones hasta que sus colmillos le ensangrentaron el trasero, estaba listo para salir de la cabina. El gigantón le dio una venda de segunda mano y Germán se la puso de mala manera. Le dijeron que esperara fuera y cinco minutos después salió Fanny. Si hubiera tenido el dinero necesario se habría marchado en un taxi con destino al servicio de urgencias más cercano, pero ya era demasiado tarde. Esperó a que Fanny se limpiara la boca con un pañuelo y caminaron hacia la entrada del chalé.

- Contigo han tardado poco –dijo Germán.
- Es un trámite rápido cuando ya sabes hacerlo.
- ¿No te deja un mal sabor de boca?
- Si te gusta una, te gustan todas –zanjó la profesional del amor de pago.

     Pasaron a un espacioso living room de estilo heterodoxo. Estaba decorada por un número excesivo de objetos de arte que diferían en gran manera de estilo y procedencia, lo que no era de extrañar ya que cada uno había pertenecido anteriormente a un propietario distinto que se había quedado sin ellos contra su voluntad. Tras hacerle esperar unos diez minutos apareció Kastriot Novoselic, quien se presentó como un hombre de negocios albanés de 55 años. Era como una caricatura de Stalin con su pelo negro y frondoso peinado hacia atrás y un poblado bigote cuya misión era ocultar su boca o distraer la atención de una cicatriz que le cruzaba la nariz de arriba a abajo. Novoselic escuchó divertido las explicaciones de Germán sobre el tipo de película y la forma en la que pretendía rodar. Se mostró interesado por la idea de mezcla de realismo casi documental y pura ficción. Germán hizo una pausa en su discurso para convencer al potencial productor para ir al baño y comprobar que la sangría culera se había detenido. Y volvió a la habitación dispuesto a poner su cifra en unas cantidades concretas: Un millón de euros. Era una cifra redonda y preciosa al oído. Podría regatear a la baja y seguiría siendo buena. Devolvería 900.000 euros a su dueño y él tendría para hacer su película. Novoselic tendría sus facturas y él su salvavidas económico. Si la película funcionaba el traficante se quedaría con el 90 por ciento de lo que diera de sí. Germán hizo su propuesta y el empresario albanés estuvo escuchándole hasta que decidió que ya se había cansado de escuchar sandeces.
- Está bien. Podemos hacer negocios  -dijo Kastriot con una voz tan suave que cualquiera que la escuchara sabía que era la de una persona que no debía levantar la voz para imponerse a quienes estaban a su alrededor-. Solo necesito una prueba de que no eres un policía. Debo saber que eres una persona de confianza. Debes hacerme una mamada.
- …Muy bueno… Por un momento me has asustado. Creía que hablabas en serio, pero evidentemente un gran hombre de negocios no va pidiendo sexo oral por ahí… -alcanzó a responder Germán.
      
     Novoselic dio un paso hacia él y se desabrochó el primer botón del pantalón. El órdago seguía ahí para el estremecimiento de Germán.
- No estoy bromeando. No te conozco y debes ganarte mi confianza de alguna manera.
- ¿Y no te basta con Fanny? Tengo entendido que es una maestra en el arte de dar placer.
- Ya se la ha hecho al de la garita y no voy a hacer negocios con ella, sino contigo –contestó el albanés desabrochándose el resto de botones del pantalón y dando un segundo paso hacia Germán que se hundía cada vez más en un blando sofá de cuero rojo con la forma de unos grandes labios-. Debes mostrar tu total sumisión para que entres en mi círculo de confianza.

     Germán tenía dos opciones: Intentar salir de allí sin el dinero o salir de allí con el dinero y habiendo degustado el zumo de Novoselic. Le aterró pensar que quizá iba a ser forzado a realizar una mamada y la cuestión residía en qué iba a sacar por ello. ‘A Novoselic no se le dice que no nunca, y menos en su casa’ recordó que le había advertido Fanny. Ojalá fuera una broma llevada al límite. Una prueba de fuego para comprobar su integridad pensó. Pero él era un don Nadie. Nadie iba a comprobar nada de él.

     Novoselic dio un paso más y se puso a 15 centímetros de un tembloroso Germán.
- Señor Yobra-Heimlich, ésta es la mamada del millón de euros.

     Y el nudo que tenía en la garganta se deshizo a base de embestidas.