Eres tú quien está leyendo esta frase ahora mismo. Es tu voz la que suena en tu cabeza mientras dudas en si vale la pena seguir leyendo estas palabras que no parecen decir nada. Pero sientes curiosidad por saber si te llevará a alguna parte, a otro lugar en el que no hayas estado nunca o quizá ya no recuerdes. En definitiva, a no perder el tiempo. Levanta la mirada y observa a tu alrededor. No, de verdad, hazlo. Bien, ahora que te has dado cuenta de que has obedecido a unas letras que brillan en tu pantalla ya estás preparad@ para seguir leyendo...

domingo, 27 de marzo de 2011

Cap. 4: Senderos de escoria


     Llegó hasta su casa con bastante dificultad ya que las calles se empeñaban en balancearse vertiginosamente mientras las miradas de asco y desaprobación que se cruzaba en el camino daban vueltas alrededor de él. Pero con buen ánimo y determinación logró subir los estrechos y desgastados escalones que llevaban hasta la sexta planta del viejo edificio en el que malvivía. La ropa fue cayendo perezosamente por el piso pareciendo preferir una incineradora antes que ir al cesto de la ropa sucia. Apuntó en una hoja, ya usada para garabatear mientras hablaba por teléfono, cuatro palabras clave para el desarrollo de su idea y las enmarcó en un círculo. Las miró durante siete segundos y decidió ordenarlas del uno al cuatro.
  
   “Un libro, voy a escribir un best seller”, se dijo mientras reposaba en la taza del retrete. En el trono no dejaba de pensar en las grandes posibilidades de la idea que había tenido en su deliro del parque. Recordó que había leído en un suplemento dominical que J. K. Rowling vivía a solas con su hija en un ático, con el dinero que le habían prestado unos amigos, mientras escribía su primer volumen de Harry Potter. Y ahora su fortuna era mayor que la de la mismísima reina de Inglaterra. Y todo por una gran idea. Gracias a saber aprovechar un momento de inspiración y no dejar pasar la oportunidad de su vida. “¡Voy a hacer lo mismo que ése tío!”, pensó equivocadamente. El plan era sencillo: gastar lo poco que le quedaba en comprar algo de comida, alcohol, costo, marihuana, desempolvar la vieja Olivetti studio 45 y darle a la tecla al son de Wagner hasta plasmar, de un tirón, el relato que cambiaría su vida. Y el de millones de personas…

     Hizo las compras necesarias y decidió empezar por liarse un porrito de chocolate hundido en el sofá mientras la carga de las valquirias tronaba desde un equipo de sonido que debía haber sido ecualizado por un sordomudo. La primera frase iba a ser fundamental. Necesitaba algo con fuerza, que llamara la atención, que tuviera gancho, que adelantara la grandiosidad que el lector iba a encontrar a continuación… Pero no dio con nada. Sólo se le ocurrían cosas que había leído en otrosautores. Solo tenía el título, un poco sutil homenaje a Stanley Kubrick, Senderos de escoria. Y conforme pasaban las horas, más dudas afloraban sobre la viabilidad de su plan: ¿Acaso seré capaz de escribir 400 hojas? ¿Qué editorial se interesará por esto? ¿Cómo conseguiré publicidad de ello? ¿Todavía hay alguien que lea algo en papel en la era de internet?

     Derrotado por las dudas se dejó caer de nuevo en el sofá y ahogó sus penas en brandy. No es que le gustara el aguardiente casero con un 60 por ciento de etanol, pero estaba convencido de que mantenía despierta la parte creativa del cerebro literario. En medio de un estado de pasmosa desesperación dio con un nuevo plan. En realidad era más bien un remiendo del primer plan, pero de inmediato elevó su ánimo. No sería un libro, estamos en el siglo XXI, la era audiovisual, será una película dijo para sí mismo en su frenética (in)consciencia. Una película revolucionaria…

     … El primer filme rodado, íntegramente, con un teléfono móvil. Y se puso a escribir.



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