Eres tú quien está leyendo esta frase ahora mismo. Es tu voz la que suena en tu cabeza mientras dudas en si vale la pena seguir leyendo estas palabras que no parecen decir nada. Pero sientes curiosidad por saber si te llevará a alguna parte, a otro lugar en el que no hayas estado nunca o quizá ya no recuerdes. En definitiva, a no perder el tiempo. Levanta la mirada y observa a tu alrededor. No, de verdad, hazlo. Bien, ahora que te has dado cuenta de que has obedecido a unas letras que brillan en tu pantalla ya estás preparad@ para seguir leyendo...

miércoles, 16 de marzo de 2011

Cap. 1: Esto que estás leyendo es lo que hay

     
     Según él, no le dieron el trabajo que buscaba únicamente por ser honesto, por ir siempre de frente. "No da el perfil" le dijeron tras la entrevista laboral. Así que se dirigió al bar más próximo y se sentó en una soleada terraza a pensar en lo que haría a continuación. Había llegado a una situación crítica en su vida. Un punto en el que el pasado ya no importa debido a que no se tiene futuro. Resultaba curioso para él reflexionar en el presente sobre lo que quizá no ocurriese nunca o demasiado tarde. Ese era el momento actual en el que los tiempos verbales de las acciones pretéritas y las que están por venir se mezclaron en su cabeza hasta causarle una gigantesca confusión en forma de la madre de todas las migrañas.

     Bueno, quizá el haberse bebido una botella de whisky de una marca más preocupada por el marketing que por la calidad de su bebida también explicara su cefalea. El caso es que la borrachera unida a un hedor insoportable y de procedencia desconocida, más el ruido de los coches que pitaban inutilmente con la vana esperanza de destascar el atasco de la hora de la comida, las conversaciones a gritos de las mesas de alrededor, un sol de justicia que le daba de pleno en la cara y otra ronda de chupitos de tequila, que no estaba seguro de poder pagar, no hicieron más que disparar la sensación de agobio que sentía. La incomodidad creciente se estaba convirtiendo en ansiedad. Una violenta ansiedad. Los planes para retomar las riendas de su vida debían ahora esperar a su desbocada lucha por ahogar las penas. Las penas estaban nadando rebozadas en alcohol barato y amenzaban con llegar a la poco aconsejable Playa Factura. 

     Y eso sin duda eran malas noticias. Muy malas, aunque serían peores para el dueño del bar cuando comprobara que su etílico cliente no tenía, ni de lejos, el dinero suficiente para hacer frente a la cada vez más abultada cuenta. Pero al tiempo que ahogaba un eructo en un disimulado reflujo cuyo riqueza en etanol hubiera servido para recorrer 100 kilómetros con un coche ecológico, tuvo una idea sobre como podía salir de esa incómoda e insolvente situación: Fingir un desmayo y huir en una ambulancia. Más que un plan de fuga parecía un traslado del marrón. Escapar del bar para tratar de escapar de una ambulancia o del servicio de urgencias. "Bueno, seguro que estarán más calmados en Urgencias ya que ellos no pretenderán cobrarme", pensó justo antes de dejarse caer a la hirviente acera con tan mala fortuna que su cadera aplastó lo que debía ser una mierda de perro pero que en realidad tenía el tamaño de la deposición de un caballo.

     Desde el suelo, tirado en posición fetal, descubrió la causa del hedor que tanto le molestaba, pero metido en su papel de tipo-que-pierde-el-sentido-y-no-puede-moverse tuvo que quedarse quieto. Se quejó amargamente en silencio por su mala suerte sin fin. 


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