Eres tú quien está leyendo esta frase ahora mismo. Es tu voz la que suena en tu cabeza mientras dudas en si vale la pena seguir leyendo estas palabras que no parecen decir nada. Pero sientes curiosidad por saber si te llevará a alguna parte, a otro lugar en el que no hayas estado nunca o quizá ya no recuerdes. En definitiva, a no perder el tiempo. Levanta la mirada y observa a tu alrededor. No, de verdad, hazlo. Bien, ahora que te has dado cuenta de que has obedecido a unas letras que brillan en tu pantalla ya estás preparad@ para seguir leyendo...

martes, 12 de abril de 2011

Cap. 7: Dos son compañía…



     Subió al quinto piso maldiciendo a José María por no tener ascensor. En su edificio tampoco había pero, en su opinión, no era culpa suya. Era la consecuencia de ocupar la casa de su abuela Carmen mientras esperaba heredarla algún día. La situación se había enquistado. Por un lado sus padres gozaban de una salud de hierro y por otra el banco les había metido en la cabeza la idea de recibir mensualmente un dinero por el pisito a cambio de que cuando el matrimonio pasara a mejor vida fuera el banco el que se hiciera con la casa. Así son las entidades financieras, los mejores amigos que las personas solventes pueden tener.
    
     Entró jadeando y notando como las gotas de sudor se precipitaban desde su nuca hasta el final de un oscuro tobogán situado más al sur de su espalda. La transpiración arrugaba su rostro mostrando un aspecto aún más rastrero, pero no le importó nada más que empujar la puerta que ya estaba abierta y dirigirse a la cocina sin mediar palabra. De regreso de la nevera armado con una cerveza, un trozo de salchichón y un mendrugo de pan se encontró con José María pendiente de la pantalla de un mastodóntico televisor de 50 pulgadas. “Puto rol, siempre andas con la misma mierda. En vez de estar jugando todo el día sería mejor que te fueras al teatro y vieses a gente real”, le dijo. “No es lo mismo, ni remotamente mejor. ¿Para qué ver otra adaptación de Shakespeare? ¿Otra tragedia griega? Aquí el protagonista soy yo, es una aventura gráfica en primera persona. Lo último en 3D”, le contestó.
      
     Una vez habían iniciado su particular presentación, empezó a detallarle su idea sobre cómo iban a hacer la película. José María seguía mirando los progresos de su personaje mientras daba órdenes a su escuadrón de combate ruso a través de un auricular de manos libres que tenía enquistado en su grasienta oreja derecha. En una de las pausas de la conversación para continuar con su misión de la invasión nazi de Moscú se dio cuenta de un grueso detalle que se le había pasado por alto. Le puso al día de sus ‘negociaciones’ para ‘contratar’ a una ‘actriz’ y José María se vio obligado a darle al pause. Giró su redondo cráneo por primera vez en un par de horas y le dijo seriamente: “Pero ¿Por qué demonios le has dado mi dirección y número de teléfono a una puta callejera? ¿Se puede saber en qué estabas pensando?”. Le habló de sus cualidades físicas obviando el detalle de sus presuntos genitales masculinos para no asustarle. Si los tenía iba a ser un problema a la hora de grabar las escenas de cama. Pero tenía un buen par de tetas, y eso debía ser suficiente. Siempre podemos sacarle de espaldas, quizá tenga un buen trasero, pensó. Pero entonces fue consciente de que no le había preguntado su nombre… …Quizá fuera mejor así. Nadie recuerda el verdadero nombre de Marilyn Monroe, (esto no va por los lectores más sabiondos, ni por la asociación de fans de Norma Jeane Baker) así que ellos mismos podían buscarle un pegadizo nombre artístico. “Nancy Potter”, propuso José María aún enfadado por violar el secreto de su guarida.

     Un par de silenciosos minutos después José María volvió a su lucha con los defensores del proletariado en la Playstation mientras su amigo se dirigió de nuevo a la cocina. Comprobó de nuevo que la nevera estaba llena de comidas precocinadas y barritas energéticas. Se conformó con una botella de tintorro peleón que estaba a medias y decidió que no iba a necesitar un vaso. A su regreso, José María le comentó que en la (su) tienda de juegos de rol solía acudir un joven Erasmus o algo así. Un tal Harry No-sé-qué, al parecer era un estudiante escocés que siempre iba con una sudadera roída, pantalón corto y sandalias, varios piercings, tres sucias rastas, además de dos o tres perros igual de famélicos que él a los que siempre se veía obligado a sacar de la tienda. “Habla un inglés muy raro, (‘tan raro como el tuyo’, guardó para sí su amigo), pero me dijo que estudia cine o ha hecho un corto que creo que han premiado en alguna parte”, le dijo mientras subía a un campanario para que su francotirador tuviera una mejor ubicación. “¡Es perfecto!”, Dijo mientras apuraba el vino. “Queda con él lo antes posible porque igual ya tenemos editor o montador… Por cierto enséñame tu teléfono a ver qué tal graba video”, le dijo en tono conciliador. José María le señaló con el dedo índice una cesta de mimbre en el que se encontraban el mando de la televisión, del DVD, del Blu ray, del equipo de sonido, del aire acondicionado, del Digital plus, del sintonizador de TDT, el segundo mando de la Playstation, una tarjeta de memoria, un teléfono inalámbrico, dos pendrives (uno con la forma de Darth Vader y otro con la del coche de Batman) y un teléfono móvil.

 - Es un Nokia X6, con 16 Gigas de memoria y una cámara de 5 megapíxeles con óptica de Carl Zeiss – le indicó mientras su cara se iluminaba con los resplandecientes destellos amarillentos y ocres que salían de su pantalla led, mientras desconocía que toda aquella información sobre el teléfono no le servía de nada a su desactualizado interlocutor.
- Pero se puede grabar vídeo con esto, ¿no?
- Sí, se puede –contestó lacónicamente mientras su interlocutor le daba vueltas al aparato que iba a sacarle de la ruina con el mismo interés que un chimpancé escrutaría la utilidad de un tanga.

    
- ¿Esperabas a alguien esta noche?
- No, a nadie –dijo José María.
- Entonces es ella.

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